Un paseo de 370K por la antigua Gades y su provincia

 


Los viajes exprés me encantan. Son rápidos, intensos y sirven para desconectar. No gastas mucho dinero ni tiempo pero a veces son necesarios para salir de la rutina y obtener un poco de aire fresco. En mi último viaje de este tipo le tocó el turno a la provincia de Cádiz. Salimos de Ceuta a las 08.30 horas y en apenas una hora llegamos a la ciudad de Algeciras. Teníamos por delante 35 horas antes de volver a Tierra africana española.

Viajábamos en moto por lo que la diversión era doble. Una vez llegados a Algeciras, mi mujer y yo a lomos de Vigomi emprendimos la marcha en dirección a Arcos de la Frontera. Eso sí, como suele ser habitual, aprovechamos el trayecto e hicimos una pequeña escala en el primer pueblo blanco de Cádiz que veríamos en este viaje, Alcalá de los Gazules. Este pueblecito encaramado sobre una colina rezumaba historia y cultura. Sus callejuelas estrechas y laberínticas te hacían trasladarte a una remota época donde los árabes poblaban esta zona. Y es que, recordemos que estos poblaron parte de la península Ibérica durante 800 años. Nos dejaron un rico legado y un interesante patrimonio.

En un supermercado de barrio, situado cerca de la zona más alta del pueblo compramos productos típicos de la zona que degustamos sentados al calor de un banco. Una vez saciados, volvimos a tomar la moto para dirigimos, ahora sí, a Arcos de la Frontera.

Arcos de la Frontera nos recibió con mucha calor y con mucho que mostrarnos. Su playa, su casco histórico y sus monumentos nos dejaron embelesados. Si Alcalá de los Gazules nos resultó bonito, Arcos nos pareció precioso. Las sinuosas callejuelas del casco antiguo parecían formar parte una medina y los miradores, en el atardecer, nos mostraban unas idílicas estampas que quedarán ya por siempre impregnadas en nuestras retinas.

A la noche, en nuestro alojamiento, un Camping con mucho encanto situado en las afueras del pueblo, degustamos una suculenta cena a la luz de la luna y de los farolillos que daban ambiente e iluminaban nuestra Tienda. No podía acabar mejor el día.

 

A la mañana siguiente, bajo un sol que lucía con fuerza calentando algo más de lo necesario y tras haber desayunado un buen café y un cacho de bizcocho, emprendimos nuestro viaje de vuelta a Algeciras. Por supuesto que no iba a ser un viaje directo ni corto. Tomamos otro camino distinto al usado en la ida. Esta vez, tiramos por la costa.

Cruzamos Jerez de la Frontera y por supuesto, visitamos el mítico circuito de motociclismo. Obviamente estaba cerrado pero poder verlo aunque fuera solo desde fuera, ya hacía que mereciera la pena la parada. Qué maravilla…

Al poco rato, llegamos a la ciudad más importante de la provincia. La más antigua de Europa Occidental, Cádiz. Paseamos por sus calles y nos embriagamos de su aroma a mar y de su intensa luz. El baluarte de Santa Catalina, el Castillo de San Sebastián, la impresionante Catedral de la Santa Cruz, el Teatro Falla… ¡Que bonita es la antigua Gades!

El tiempo se nos echaba encima pero teníamos la intención de aprovecharlo al máximo así que tras picar algo de comer en uno de los infinitos bares que existen en la capital gaditana, nos marchamos.

Cruzamos San Fernando, Chiclana y Conil de la Frontera hasta llegar a Caños de Meca. Allí emprendimos una pequeña caminata a pie hasta el mítico Faro del Cabo Trafalgar. Una estampa de ensueño se abría ahora ante nuestros ojos. Playas kilométricas de arena blanca por doquier y un océano azul intenso a ambos lados nos hacía saber que estábamos en un lugar privilegiado. Tras un rápido baño retornamos al punto de inicio de la caminata donde se encontraba estacionada sobre la arena Vigomi. En apenas unos minutos volvíamos a estar en ruta sobre su lomo.

Cruzamos el bonito municipio pesquero de Barbate y llegamos a uno de los pueblos más bonitos de España, Vejer de la Frontera. No teníamos mucho tiempo pues apenas quedaban dos horas para embarcar en Algeciras pero no podíamos saltarnos el blanco Vejer así que sin dilación, nos apenamos de la moto y caminamos por las bonitas calles del pueblo. Visitamos su Iglesia, subimos a su Castillo y disfrutamos de las impactantes vistas desde el mirador de la Cobijada. Nos hubiéramos quedado, sin duda, mucho más tiempo en este lugar, incluso hubiéramos pasado la noche aquí, pero ya no había tiempo para más. Seguro que será en otra ocasión. No dudo en que, más pronto que tarde, volveremos.

Quince minutos antes de zarpar llegamos a Algeciras. Subimos al buque con la hora más que justa y, puntuales, emprendimos la travesía marítima de apenas una hora que pondría fin a nuestra escapada exprés.

Al la llegada, emprendimos la vuelta a la rutina con la sensación de que haber aprovechado más el viaje hubiera sido imposible.

Hasta la próxima!
















































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