Castillos
Probablemente de pequeños siempre
nos ha fascinado el típico castillo medieval de las películas. Majestuoso y
señorial se erguía frente a nuestros ojos a través de la gran pantalla
transmitiéndonos códigos de honor, fortaleza y grandiosidad. Soñábamos con
vernos engalanados con los ropajes de los personajes de aquella época, subidos
a un caballo vestido con relucientes armaduras, armados con una gran espada o
lanza. Nuestro enemigo… el dragón. Nuestro objetivo…la doncella.
Cuando nos hacemos mayores recordamos ese quimérico sueño infantil con la vista puesta en aquellos vestigios de la historia que aun perduran y resisten al paso del tiempo. Aquellos que nos hacían soñar cuando éramos niños y los que aún nos hacen divagar con historias de leyenda y cuentos de ensueño.
Por eso, hoy en día, siempre que
puedo, cuando alguno se cruza en mi ruta, intento no desaprovechar la
oportunidad de, al menos, acercarme y verlo de cerca. No siempre se encuentra
abierto al público, pero muchas veces es suficiente con contemplarlo y dejar rienda
suelta a la imaginación. Me informo sobre su historia, leo sus leyendas y me
traslado a su época de esplendor. Imagino el acercamiento de algún carruaje y a los
soldados o caballeros oteando desde las almenas el horizonte en busca de alguna
amenaza. Veo sus ropajes ondeando al viento, la bandera erguida en lo más alto
de la torre del homenaje y la punta de las lanzas y espadas reflejando la luz
del sol. Oigo los cascos de los caballos acercarse y siento los tambores y
cornetas retumbar. Huelo el sabor de la batalla... y entonces, ¡de repente!, despierto de mi ensoñación sobresaltado por el repicar de las campanas de la cercana iglesia que descansa a los pies del castillo, en el centro del pueblo.
A continuación, una pequeña recopilación de algunos de aquellos reductos de la historia congelados en el tiempo. ¿Conocéis alguno?
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