El Kayak, un nuevo horizonte...

 

    He descubierto una nueva oportunidad de vivir aventuras, un nuevo horizonte, El Kayak. 

El kayak es una variedad de piragua de uno a cuatro tripulantes cuyo uso es fundamentalmente deportivo aunque yo lo uso para mucho más. En sus orígenes eran de un solo tripulante y se usaban para pescar y cazar. Se le atribuye un origen esquimal, más concretamente inuit. La palabra significaría ''bote-de-hombre'' o ''ropa para andar en el agua'' ya que se construía a la medida del palista. En la sociedad esquimal, los menores no podían utilizar estas embarcaciones y solo al alcanzar la mayoría de edad, en un acto ritual, la familia le construía su propio kayak. Se decía que si un esquimal salía a cazar y no regresaba era porque había usado un bote prestado.

Como decía...En su origen, en el Ártico, el kayak fue concebido originalmente como un bote unipersonal consistente en una armazón de madera revestida de pieles. Tiene una antigüedad de al menos 4000 años. ¿Curioso no?

Pues bien... hasta la fecha había hecho algunas rutas guiadas en el pasado y aunque me llamó la atención la actividad, siempre he huido de aglomeraciones turísticas y actividades organizadas con un número elevado de personas. Siento que le quita la magia a la experiencia.

Pero hace bien poco me he comprado mi propio Kayak inflable. No es nada del otro mundo, un mistral (marca que lanzó LIDL al mercado) de segunda mano que apenas me costó 170 euros. Pero para empezar y para lo que lo quiero pienso que me sobra.

Yo me conformo con utilizarlo para explorar y descubrir lugares a donde no puedo llegar a pie. Y lo que es mejor, hacerlo a mi bola, sin necesidad de contratar un guía, sin tiempos, sin prisas, en la soledad de la naturaleza o con un acompañante elegido.

No se vosotros pero en mi mente las aventuras en el mar tienen un halo de misticismo y emoción. Me imagino conociendo una isla deshabitada o durmiendo como un náufrago en alguna recóndita cala accesible solo por mar. Sentir el contacto pleno con nuestro origen, con nuestra madre Tierra a la que a veces dejamos de lado alrededor de tantos estímulos urbanos.

Imagino y fantaseo con ser uno de los protagonistas de aquellas novelas de aventuras de Julio Verne que leía durante mi infancia. Me teletransporto a un mundo de ensueño y disfruto cada instante en soledad sintiendo el contacto del agua en mi piel y el de la arena en mis pies. Observo el inmenso firmamento sin luz artificial que me impida disfrutar del brillo de las estrellas en la oscuridad de una mágica noche. Escucho el suave y embriagador rugir de las olas que rompen a no muchos metros de mí. Cierro los ojos, me evado y disfruto.

Usar este instrumento de esta forma me gratifica y después de haber remado algunos kilómetros y verme a merced del mar, cuando llego al destino me evade una extraña sensación de satisfacción y felicidad difícil de explicar.

 



No es solo la ilusión de lo que he vivido sino también de lo que vendrá…
















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