Lo mío con el Deporte, una relación de Amor-Odio
Si miro la vista atrás no logro
imaginarme mi vida sin el Deporte o la actividad física. Desde bien pequeño ya
comencé a jugar al Fútbol, y con tan solo siete años, a realizar Artes
Marciales. Por aquel entonces esto segundo lo hacia obligado pues a mi madre se
le antojo de que al niño no le pegaran en el colegio. Al final, me pegaron en
el colegio y en el Kárate. Bromas aparte, fue el fútbol lo que más me enganchó.
Mi padre, forofo del mismo, me inculcó el amor por este Deporte. Yo, sin ser
tan bueno como él era, hice por imitarlo. Y al final me acompañó durante toda
mi vida.
Él jugó en Francia en un equipo
llamado FC Sochaux-Montbeliard. Mis tíos me dicen que jugaba muy bien, que era
como Messi, y que de no haberse tenido que volver a España, quizás hubiera
podido comer del fútbol. Yo, todo lo contrario. Lo mío era más bien la
constancia y las ganas pero no tanto la calidad.
Comencé a jugar en aguiluchos y
benjamines en la Peña Barcelonista. Ahí me divertí mucho. Incluso marqué
algunos goles. Siete para ser exactos en la primera temporada. De ahí mi número
favorito. Hace ya muchos años y no me acuerdo bien pero creo que no hicimos
mala temporada. Si no me equivoco quedamos Terceros. Luego, me marché a otro
equipo, la UD Constitución. Allí estuve varios años. A decir verdad, fue el
equipo donde más temporadas jugué. Hubo algunas buenas y otras malas. En
algunas apenas jugaba y mi confianza se iba minando. En otras, llegué incluso a
ser el Capitán. Como decía anteriormente, nunca destaqué en la técnica pero
siempre estaba ahí, nunca fallaba. Al final de liga el Club repartía trofeos al
mejor jugador, al máximo goleador, al más elegante y al más regular. Un año
gané este último.
Después de varias temporadas fiché
por el Enrique Soler, el equipo de mi colegio y posteriormente, tras un año, de
nuevo volví a jugar con la Peña Barcelonista. Otra vez con mis entrenadores de
siempre, Rafael que ya no está entre nosotros y Amate. Estuve hasta los 17
años, en mi último año de Bachillerato (Juveniles de segundo año). Ahí ya me di
cuenta que tenía que centrarme en otros asuntos y dejé de estar federado. Eso
sí, siempre que podía jugaba alguna pachanga con los amigos. Siempre lo hice,
lo hago y lo haré. Nunca me ha dolido madrugar un fin de semana o en las
vacaciones de verano para jugar un partido de fútbol. También me daba igual que
hiciera mal tiempo. La lluvia nunca era un impedimento para mí. Aunque, eso sí,
siempre costaba juntar a gente. Les costaba jugar bajo la lluvia.
El Running, sin embargo, no lo
empecé hasta la veintena. Aunque a decir verdad, de pequeño hice algunos
pinitos como quedar segundo en una Carrera escolar en mi antiguo colegio San
Francisco de Asís. Al año siguiente estuve a punto de hacer tercera posición
pero un compañero de clase llamado Najín, nunca se me olvidará su nombre, me
adelantó en los últimos metros. Nunca lo olvidaré. Que ilusión me hubiera hecho
esa medalla… Ahí fue cuando aprendí a lidiar con los fracasos y las derrotas. A
decir verdad, nunca he sido un gran ganador pero siempre he estado ahí. Mi
constancia, sacrificio y esfuerzo es algo de lo que siempre me he sentido
orgulloso.
A las derrotas y fracasos también
se le sumaron algunas las lesiones. La más grave, la rotura de Ligamento
Cruzado Anterior y cuerno posterior del Menisco interno mientras jugaba al
fútbol en Málaga con algunos compañeros de trabajo allá por el año 2015. Me
llevó casi un año poder volver a realizar deporte con más o menos normalidad.
La segunda lesión más grave, fue una rotura de peroné izquierdo en el año 2010
mientras tuve una caída con una moto en Almería. Aunque esta lesión no me
afectó tanto porque estaba en una etapa en la que no practicaba demasiado
deporte. Así me puse de gordo… más de 90 kilos llegué a pesar. Por suerte, solo
fue una corta temporada de mi vida. Cuando me recuperé comencé a realizar más
deporte y a cerrar el pico. Y así volví a mi estado normal que no era delgado
sino más bien algo fofisano, pero no gordo.
Como decía hace algunas líneas,
hasta la veintena no comencé a correr. Recuerdo una de las primeras carreras en
las que participé. Fue en el año 2011, en Albanchez, un pequeño pueblo de
Almería donde estaba destinado. Me encontraba recuperándome de la fractura de
peroné y estaba bastante gordo. Sufrí bastante e hice los 8 kilómetros en unos
50 minutos. De los tres compañeros de trabajo que participamos en la carrera
quedé el último. Sin embargo hacía apenas dos años, mientras me preparaba para
unas pruebas físicas en Madrid, había llegado a hacer los 8K en menos de 35
minutos. Aún así y a pesar de todo, no me encontraba envidioso ni enfadado. Más
bien al revés, estaba contento conmigo mismo por haber completado la carrera y
por haber conseguido una de las primeras camisetas conmemorativas de carreras
que tengo. La primera creo recordar que fue allá por el año 2009 en unos 5K de
la Carrera Ponle Freno, en Madrid. Esos 5K se me hicieron eternos… Luego, con
el paso del tiempo, vendrían muchas más… más largas, más duras, con mejores
tiempos y en alguna que otra rara ocasión, incluso, quedando en el Podium de mi
Categoría.
Estando también en Albanchez, me
aficioné a la bicicleta. Un compañero de trabajo llamado Evaristo me alentó a
ello y a día de hoy le estoy enormemente agradecido. Mi primera máquina (sin
contar la del supermercado que todos tuvimos de pequeño) fue una Rockrider 5.3 de
aluminio de 26’’ del Decathlon. Me costó 360 euros y recuerdo que le saqué
muchísimo partido. Realicé algunas pruebas deportivas como La Senda de
Arrieros, en Albox, La Subida al Saliente en La Sierra de las Estancias,
algunas cicloturísticas por Albánchez e incluso me atreví con los 101K de
Ronda. Está última marcó un antes y un después. No la hice rápido y sufrí
muchísimo pero la enorme satisfacción personal al llegar a meta hizo que a
partir de entonces comenzara a apuntarme a muchas más, ya fuera en bici o a
pie. Hice la Africana, la Cuna de la Legión, La Desértica, la Valencia Epic
Race, La Hércules Bike Race y otras muchas más…
La máquina, por supuesto, también
fue evolucionando. De la rígida Rockrider 5.3 pasé a una Orbea Sherpa también
rígida de 26’’ que compré en Lorca (Murcia) por unos 700 euros, luego una
Mérida Bignine de segunda mano, rígida y 29’’, para actualmente cabalgar sobre
una flamante Orbea Oix M10 de carbono y doble suspensión. También, hace unos
años, me hice con una Orbea Onix de carretera de segunda mano. Algo vieja pero
de carbono. A esta aunque ya le he hecho algunos kilómetros no han sido tantos
como a las de montaña. Y es que ya sabéis que la cabra siempre tira al monte…
Por cierto, cada Bicicleta tiene su nombre. Para mí son algo más que un trozo de metal. Se les coge cariño y cuesta deshacerte de ellas. Asfalta, Principita, La Mula o Pitufa son algunos de ellos.
Futbol, bici y Running aparte, no
puedo no mencionar mi otra gran pasión. Las Artes Marciales. Como decía al
principio de este relato, con apenas siete años mi madre me apuntó a Karate.
Hasta los doce fui de forma obligada. A esa edad, y con el cinturón verde-azul,
lo dejé de lado para centrarme más en el fútbol que era lo que más me llenaba.
Sin embargo, al cumplir 16 años, alentado por algunos amigos (Fuad, Sebas y
Joaquín), renació en mí las ganas de volver a practicarlo. Y así fue como volví
a mi antiguo Dojo de la infancia, el BudoSport de Melilla. Volví a entrenar con
uno de mis viejos y más especiales maestros, Antonio, que en paz descanse. ¡Qué
grandes personas y referentes me ha dado el Karate!
Sin embargo, con 19 años y ya con
el cinturón marrón, tuve que volver a dejarlo de lado pues por motivos
laborales abandoné mi ciudad natal. De Melilla, me fui a Jaén, luego a Almería,
después a Madrid… y aunque no practiqué de forma asidua Karate si que hice
pinitos en otras disciplinas marciales como el Kick Boxing o la Defensa
Personal Policial.
Sin embargo el no practicarlo
habitualmente hacía mella en mí. Siempre que oía hablar o veía en algún lugar
algo relacionado con el Karate, la espina que tenía clavada en mi interior
palpitaba y dolía. Recuerdo cuando en un viaje de ocio que hice a Oviedo, pude
ver una exhibición de Karate en una gran y céntrica plaza de la ciudad. Dentro
de mí surgía la añoranza y mi espíritu lloraba al imaginarse allí vestido con
el Karategi blanco sintiendo el aura mágica que solo puede conocer el que pisa
un tatami.
No fue hasta el año 2016 cuando
gracias a una desgracia que me llevó a residir en Málaga, lo introduje de pleno
en mi vida. Allí conocí un Dojo muy especial llamado Kuro Obi. Solo puedo tener
palabras de agradecimientos hacia los Maestros Diego y Bernardo, y hacia todo
mis compañeros que me trataron desde el primer momento como a uno más. Me sentí
parte de esa gran familia. Y me enganché fuerte, muy fuerte y como nunca antes,
de nuevo al Karate. Lo vivía con pasión y se convirtió en una parte fundamental
de mi vida. No solo a nivel practico sino también a nivel espiritual pues me
sirvió para superar uno de los peores momentos de mi vida, la muerte de mi
mujer.
Con este último acontecimiento, y
tras año y medio en la ciudad, tuve que abandonar Málaga, pero ya nunca
abandoné las Artes Marciales. Conseguí el ansiado Cinturón negro y el título de
entrenador deportivo entre otros. Después vinieron muchos más éxitos y
objetivos cumplidos no sólo en el Karate sino también en Ju Jutsu, Goshin y en
Defensa Personal Policial.
Durante los años 2017-2020 practiqué
en Almería con mi amigo y Maestro Javier Navarro. Allí conocí a mi actual mujer
también practicante de Karate, y posteriormente, desde el 2020-2023 en Valencia
donde viví otro de mis mejores momentos en las Artes Marciales con el Club de
Karate Catarroja y el Maestro Rafael Sandemetrio. En este Dojo volví a sentir
lo que sentí en Málaga. Era parte de una gran familia.
Y así es como llegamos al día de
hoy donde el Deporte y las Artes Marciales no sólo se han convertido en una
parte muy importante de mi vida, sino que se han hecho tan necesarios que
cuando llevo un par de días sin practicar me siento mal. Me he dado cuenta que
los necesito para ser feliz y para sentirme completo. El chute de endorfinas
que me genera me hace dependiente y la extraña sensación de satisfacción que
uno tiene después de haber realizado una exigente prueba deportiva difícilmente
lo he experimentado salvo en el Amor.
Comentarios
Publicar un comentario