Running

Que sensación esa al cruzar una línea de meta ¿eh?. Solo los amantes del running lo saben. Todo la dureza y el sufrimiento pasado durante la prueba desaparece y ya estás pensando en la siguiente.

Hace apenas unos días realicé por vez primera en mi vida una maratón, la de Valencia. Había realizado cientos de carreras y algunas muy duras. Puedo presumir de trails como los 101Km de Ronda, varias Cunas de la Legión y Africanas, dos Benemeritas Trails, una Desértica, una Invencible, un Desafío de Guerreros… Infinitas carreras populares. Cuatro medias maratones, una de ellas la más alta de España…

Son miles los kilómetros acumulados en mis piernas, pero no hay nada como una maratón. Esa distancia que recorrió Filípedes se hace tan especial. 42.195 metros y tantas sensaciones diferentes…

El pasado domingo me estrené en esta distancia en Valencia, un lugar privilegiado para ello. Más de 30.000 corredores y 124 nacionalidades representadas. Maratón de maratones. Es una fiesta deportiva. Una fiesta que celebras cuando llegas a la meta pero que mientras tanto sufres y disfrutas al mismo tiempo. Y compites, compites contigo mismo.

Comienzas con una sensación alegre pero conservadora difícil de mantener por el subidón de adrenalina, pero lo intentas porque sabes qué sino luego te pasará factura. A medida que avanzas coges más y más confianza hasta que superas la mitad de la carrera. Luego comienzas a contar la cuenta atrás hasta que llega el muro. En el Kilómetro treintaypoco el cuerpo te empieza a hablar. Aparece el dolor y comienzas a luchar contra tu cabeza que empieza a decirte que pares, que te tomes un respiro, pero la ignoras. Hasta entonces habías corrido con las piernas, ahora toca hacerlo con el corazón. Con coraje y con los dientes apretados van transcurriendo los últimos kilómetros mientras la fatiga muscular se acrecienta en cada paso y la meta se va acercando. Los kilómetros parecen que no pasan, y cuestan el doble esfuerzo que al principio, pero ya estas casi. Un último esfuerzo y aparece el cartel del último kilómetro. Cada vez hay más ambiente, los ánimos aumentan y con el calor de la gente llegas en volandas para cruzar el soñado arco de meta. Ya solo queda saborear lo conseguido, recoger tu medalla de finisher y comenzar la recuperación hasta la próxima prueba.





























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